viernes, 23 de febrero de 2007

una historia como cualquier otra...

Sentada en un banco lloraba. Lágrimas de agua salada resbalaban por la piel de sus mejillas. No sabía cuál era la razón de su llanto, no recordaba nada… Intentando que esos recuerdos volvieran, caminaba hacia su casa. Abrió la puerta. Todo estaba como siempre, pero para ella no era igual. Había algo que lo hacía todo distinto, pero no lograba averiguar qué. Empezó a sentir un cosquilleo: algo iba mal. El miedo se apoderaba de ella. Nunca antes había sentido miedo semejante. Decidió llamar a la policía. Parecían no escuchar su voz… Se armó de valor y comenzó a buscar algo diferente en su piso. Conforme se acercaba al baño empezó a escuchar el agua de la ducha. No recordaba haberla dejado abierta. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, de arriba abajo. Su corazón se aceleraba cada vez más. Oía su propio latido. Si continuaba así, fuera quien fuera, le oiría, y cualquiera sabe qué ocurriría. Empujó la puerta del baño, mas no entró, su miedo podía más que su voluntad. Deseaba salir de allí corriendo a pedir ayuda, pero sus piernas no parecían recibir la orden. Un paso pequeño. Otro. Otro más. Ya estaba dentro, pero no veía a nadie. Miró hacia la ducha y pudo averiguar una figura. Extendió el brazo hacia la cortinilla. La mano le temblaba. Firmeza, era lo que necesitaba. Tragó saliva y sacó todo el valor que había logrado reunir en ese momento. Agarró la cortinilla y abrió la ducha. La imagen de lo que vio la dejó totalmente paralizada: había alguien ahorcado en su ducha. Le dio la vuelta al cuerpo y al mirar la cara de la persona se quedó sin aliento. Conocía a aquella persona, pero no la reconocía, tan sólo sabía que era alguien que le importaba mucho, tanto como para que se le cortara la respiración. Todo a su alrededor desapareció, todo le daba vueltas. Miedo. Echó a correr lo más que pudo, sin rumbo definido. De repente se paró, algo, una fuerza superior a ella, no le dejaba continuar. Miró a su alrededor. Estaba en lo alto de un puente. No se escuchaba pensar, el ruido del tráfico era ensordecedor. Se acercó al borde y, simplemente, se dejó caer. No sintió nada. Los conductores no parecían haberlo notado. Al fin descubrió quién era aquella persona: era ella.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que guay que te hayas hecho un blog, así podré leer lo que escribes, estaré observando tu blog. Jejeje. Un beso.

Anónimo dijo...

mmm no se de que me suena esta historia... jeje

Sabes lo que pienso de él :P Pero me das miedo xD