viernes, 23 de febrero de 2007

Hay veces...

Hay veces…

Hay veces en las que no nos damos cuenta de las cosas. Quizá sea porque no las sabemos ver, porque no queremos darnos cuenta, ó simplemente por miedo a descubrir verdades que tal vez no nos gusten.

Miramos y miramos, pero no somos lo suficientemente valientes para darnos cuenta que alguien nos mira. Observamos a nuestro alrededor, esperando ver algo que no vemos porque nuestros ojos están cerrados a ésa oportunidad. Maldecimos por no encontrarlo, pero no bendecimos que está ahí sin nosotros percatarnos siquiera.

Puede que un día eso que buscamos llame a nuestra puerta… pero también puede que no. Igual que nuestro miedo es el suyo. Igual que nuestro despiste es el suyo. No nos damos cuenta, pero en realidad no sabemos vivir sin ello.

Ignorantes de dicha desventura caminamos por los solitarios senderos de la vida. Las oportunidades no llaman, no te buscan, sólo te llenan de alegría.

Hay veces que ésa oportunidad no logramos encontrarla… antes nos encuentra la mejor amiga de la vida: la muerte. Morimos solos, intranquilos. Tristes, desolados. Pensando que no hemos sido felices, que no hemos hecho sonreír a nadie.

Eso no es verdad. Vivimos aferrados a la barandilla que nos pusieron alrededor al nacer. No nos gusta soltarnos, pero siempre hay alguien observando por si decidimos dar ese paso. Ése alguien sonríe cuando nos separamos un poquito y nos caemos. Ése alguien es nuestra oportunidad. Oculto para mí, visible para todos.

No hablamos de amor, hablamos de amistad. Un amigo que sin querer está ahí. Un amigo que ríe tus chistes, que sonríe contigo, pero que tú jamás ves, ya que, al igual que tú, teme querer a alguien tanto como lo hace, no decirlo, morir, y hacerte llorar sin tú saberlo.

Un día lloras. No ves razón. No la hay. Un amigo está triste por ti, y tú lo estás por él. Lágrimas riegan la piel de tus mejillas. Buscas un porqué de todo ello. No lo hay. Simplemente es amistad. Empatía. Desconoces esa sensación porque no quieres conocerla. Huyes del miedo tanto como de un amigo. No quieres que te dañen, pero mucho menos dañar a alguien que quieres.

La amistad llama. Decides abrir. No te gusta lo que ves, está llorando. Tu mejor amigo llora. No piensas. Simplemente le abrazas. No necesitas razones, tan siquiera necesitas abrir una puerta. Cada lágrima que resbala por su cara es un bisturí que opera tu corazón. Una a una van haciendo trocitos lo que aún queda de tu alma magullada por las heridas de tus propias lágrimas. Lloras. Tus lágrimas sanan las suyas. Quiere explicar pero no puede. Intenta ponerte al tanto de lo que ha ocurrido, pero tú no necesitas saberlo, no quieres. Prestas tu hombro hasta que lo desgaste si es necesario. Quieres que desahogue todo lo malo. No quiere hablar, no presionas para que lo haga. Le vuelves a abrazar. Llorando cae el cielo. Abrazando vuelan las penas que nos inundan día tras día.

Si falta el oxígeno, no quieres una botella del mismo, quieres un abrazo de un amigo. Si encuentras un amigo todo es más fácil. No te importa tener problemas, sabes que los solucionarás y tendrás apoyo en los momentos malos.

Hay veces que perdemos un amigo… la muerte se lo lleva. Si un amigo es verdadero, jamás se perderá por otra razón distinta. En ése caso no hay que llorar. No se lo merece. Nadie merece que lloren por él. No porque no sea importante, sino porque nadie quiere que un cachito de sí llore por la pérdida del resto de sí mismo.

Siento si no lloro. Siento si lo hago. Lo único que puedo hacer sin sentirlo es querer a alguien. Secar sus lágrimas con mis palabras. Cuidar sus penas. Apoyar su tristeza en mi alegría para lograr que el sol envidie lo que él no puede tener con la luna.

Hay veces que no me doy cuenta de que lloran por mí. No lo aprecio como debiera. No lo veo… pero porque yo también lloro. Derramo lágrimas como el mar lanza olas hacia el acantilado.

No puedes querer a alguien sin hacerle daño. No puedes dañar mucho a alguien que no te quiere de verdad. Mentiras invaden nuestras vidas. Se oyen ‘te quieros’ que no llevan almas dentro. Se escuchan llantos al descubrir la verdad. Se respira libertad al darse cuenta de que ni tú ni él sentís lo mismo. Pero la amistad no es un par de esposas que aten, tan sólo es un deseo de complacer, un deseo de no morir.

Hay veces que quieres a un amigo, y otras que, simplemente, no imaginas tu vida sin él.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Soni........muy bonito

No hay nada mas que añadir

Besos

MMDD

Anónimo dijo...

Melancólico, pero cierto :)

Ojalá todo el mundo pensará así :P

Piper dijo...

Qué profundo O_o